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Apenas 15km

Escrito por Marta Sastre

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Apenas 15 kilómetros. Tramo salvable incluso a nado para los más valientes. Siendo exacta: 14,4 kilómetros. Esa es la distancia que separa a España de Marruecos en su punto más próximo. Y al salto de esa brecha es donde empieza lo que quiero compartir.

Valle de Tessaout. Fotografía de Diego Gayoso.

Valle de Tessaout. Fotografía de Diego Gayoso.

Apenas 15 kilómetros. Tramo salvable incluso a nado para los más valientes. Siendo exacta: 14,4 kilómetros. Esa es la distancia que separa a España de Marruecos en su punto más próximo. Y al salto de esa brecha es donde empieza lo que quiero compartir.

Marruecos es un país cada vez más receptor de turismo occidental y de grandes riquezas desembolsadas en los lujosos ‘riads’ de su archiconocida Marrakech, la ciudad de las mil y una noches. La ciudad que nunca duerme. Comercio en cada calle. Ciudad de aparente caos sobre una perfecta organización. Ciudad de colores, de sabores, de olores. De majestuosos jardines e históricas joyas arquitectónicas. De calles abandonadas y laberínticas. Ciudad políglota y musical. Pero no es en este escenario donde quiero quedarme. La ruta sigue hacia un lugar muy diferente de todo esto. Una zona donde apenas son cubiertas las necesidades básicas y donde el servicio médico más cercano se encuentra a 2 horas en coche. Un lugar donde también, por cierto, casi ningún habitante tiene coche. No se lo pueden permitir.

Alejándonos de toda esa actividad incesante de Marrakech que a tantos encandila, a unos 90km llegamos a Demnate, una ciudad conocida dentro del llamado turismo ecológico, por su óptima ubicación respecto a diversos paraísos naturales. Esta ciudad descansa en los pies del Atlas, zona montañosa rural donde habita la población amazigh –comúnmente denominados de forma inapropiada ‘bereberes’-. En dirección hacia el sur de Demnate llegamos al Valle de Tessaout con aldeas como Megdaz o Ifoulou. Finalmente, a tan solo 4 horas de la bulliciosa Marrakech y del lujo que muchas personas experimentan en estas grandes ciudades, nos encontramos con una realidad muy dispar, en la que lujo material será precisamente lo único que no veremos.

Esta zona se encuentra en situación de vulnerabilidad para el desarrollo ya que en sus pueblos el acceso al agua potable, la educación y la salud no se pueden aun dar por hecho, y la tasa de mortandad infantil es bastante elevada. La escasa práctica de hábitos de higiene, así como el deficiente control y manejo de basura por falta de conocimiento y recursos, se suma a una evidente problemática relacionada con el agua: carencia de servicios de agua potable y ausente desalojo de aguas negras. Todo ello desemboca directamente en proliferación de, entre otras, Enfermedades Diarreicas Agudas que son las causantes del 25% de la mortalidad infantil anterior a los 5 años de vida en estas aldeas. No solo las casas carecen de agua, sino que tampoco las escuelas disponen de ella, de la misma manera que tampoco cuentan con luz ni calefacción –a pesar de la dureza del invierno en estas poblaciones-. El servicio de enfermería, ubicado en la capital de la comarca, tampoco cuenta con este recurso. Como consecuencia de la falta de acceso al agua potable en las casas y de fuentes próximas, no queda otra que buscarla en la naturaleza, lo que no suele ser tarea fácil. Son las niñas y mujeres de la comunidad quienes se encargan de subir por la montaña a las fuentes naturales para cargar con bidones llenos hasta sus casas, soportando fácilmente 40 litros. Por supuesto esta tarea se realiza varias veces al día y a menudo llevando a la espalda también al hijo o hermano pequeño a su cargo. Son también las niñas y mujeres quienes durante el año se encargan del funcionamiento de las aldeas, pues los hombres trabajan en ciudades próximas hasta el verano. Las niñas pronto son obligadas a abandonar los estudios para ayudar a las madres con el trabajo del hogar y recolecta de frutos. Desde las 6am que se levantan para cocinar el pan del desayuno –en hornos de leña sin ventilación- hasta que se acuestan por la noche, el día está lleno de labores que implican directamente a la salud.

Valle de Tessaout. Fotografía de Diego Gayoso.

Marruecos es un país cada vez más receptor de turismo occidental y de grandes riquezas desembolsadas en los lujosos ‘riads’ de su archiconocida Marrakech, la ciudad de las mil y una noches. La ciudad que nunca duerme. Comercio en cada calle. Ciudad de aparente caos sobre una perfecta organización. Ciudad de colores, de sabores, de olores. De majestuosos jardines e históricas joyas arquitectónicas. De calles abandonadas y laberínticas. Ciudad políglota y musical. Pero no es en este escenario donde quiero quedarme. La ruta sigue hacia un lugar muy diferente de todo esto. Una zona donde apenas son cubiertas las necesidades básicas y donde el servicio médico más cercano se encuentra a 2 horas en coche. Un lugar donde también, por cierto, casi ningún habitante tiene coche. No se lo pueden permitir.

Alejándonos de toda esa actividad incesante de Marrakech que a tantos encandila, a unos 90km llegamos a Demnate, una ciudad conocida dentro del llamado turismo ecológico, por su óptima ubicación respecto a diversos paraísos naturales. Esta ciudad descansa en los pies del Atlas, zona montañosa rural donde habita la población amazigh –comúnmente denominados de forma inapropiada ‘bereberes’-. En dirección hacia el sur de Demnate llegamos al Valle de Tessaout con aldeas como Megdaz o Ifoulou. Finalmente, a tan solo 4 horas de la bulliciosa Marrakech y del lujo que muchas personas experimentan en estas grandes ciudades, nos encontramos con una realidad muy dispar, en la que lujo material será precisamente lo único que no veremos.

Esta zona se encuentra en situación de vulnerabilidad para el desarrollo ya que en sus pueblos el acceso al agua potable, la educación y la salud no se pueden aun dar por hecho, y la tasa de mortandad infantil es bastante elevada. La escasa práctica de hábitos de higiene, así como el deficiente control y manejo de basura por falta de conocimiento y recursos, se suma a una evidente problemática relacionada con el agua: carencia de servicios de agua potable y ausente desalojo de aguas negras. Todo ello desemboca directamente en proliferación de, entre otras, Enfermedades Diarreicas Agudas que son las causantes del 25% de la mortalidad infantil anterior a los 5 años de vida en estas aldeas. No solo las casas carecen de agua, sino que tampoco las escuelas disponen de ella, de la misma manera que tampoco cuentan con luz ni calefacción –a pesar de la dureza del invierno en estas poblaciones-. El servicio de enfermería, ubicado en la capital de la comarca, tampoco cuenta con este recurso. Como consecuencia de la falta de acceso al agua potable en las casas y de fuentes próximas, no queda otra que buscarla en la naturaleza, lo que no suele ser tarea fácil. Son las niñas y mujeres de la comunidad quienes se encargan de subir por la montaña a las fuentes naturales para cargar con bidones llenos hasta sus casas, soportando fácilmente 40 litros. Por supuesto esta tarea se realiza varias veces al día y a menudo llevando a la espalda también al hijo o hermano pequeño a su cargo. Son también las niñas y mujeres quienes durante el año se encargan del funcionamiento de las aldeas, pues los hombres trabajan en ciudades próximas hasta el verano. Las niñas pronto son obligadas a abandonar los estudios para ayudar a las madres con el trabajo del hogar y recolecta de frutos. Desde las 6am que se levantan para cocinar el pan del desayuno –en hornos de leña sin ventilación- hasta que se acuestan por la noche, el día está lleno de labores que implican directamente a la salud.

Valle de Tessaout. Fotografía de Diego Gayoso.

Sin embargo, la pobreza y escasez de recursos, no es lo que más caracteriza a estas comunidades. Lo que resalta de la población amazigh del Valle de Tessaout es la sinceridad de sus constantes sonrisas, la mano con tanta naturalidad tendida para ayudar, la facilidad para compartir y dar lo poco – materialmente hablando- que tienen, la armonía que sienten e importancia que le otorgan a la Naturaleza, las celebraciones y reuniones alrededor de tambores que surgen espontáneas a cualquier hora del día, la vida de sus calles protagonizadas por los niños y niñas corriendo y jugando, la creatividad artesanal transmitida entre generaciones...

Valle de Tessaout. Fotografía de Diego Gayoso.

Valle de Tessaout. Fotografía de Diego Gayoso.

Valle de Tessaout. Fotografía de Diego Gayoso.

Sin embargo, la pobreza y escasez de recursos, no es lo que más caracteriza a estas comunidades. Lo que resalta de la población amazigh del Valle de Tessaout es la sinceridad de sus constantes sonrisas, la mano con tanta naturalidad tendida para ayudar, la facilidad para compartir y dar lo poco – materialmente hablando- que tienen, la armonía que sienten e importancia que le otorgan a la Naturaleza, las celebraciones y reuniones alrededor de tambores que surgen espontáneas a cualquier hora del día, la vida de sus calles protagonizadas por los niños y niñas corriendo y jugando, la creatividad artesanal transmitida entre generaciones...

No cabe duda de que en la unión activa nace el progreso.

En los últimos años el desarrollo de esta población se está haciendo posible poco a poco gracias, en primer lugar, a la implicación de las propias comunidades en mejorar la calidad de vida de sus pueblos y familias; y, en segundo lugar, al intenso trabajo de la Fundación Acción Geoda (aG), dedicada a la cooperación al desarrollo en esta zona del Alto Atlas: el Valle de Tessaout; así como la fundamental aportación de sus socios/as y de las entidades colaboradoras y financiadoras que hacen posible el trabajo de aG. Un indicador muy positivo es que, habiendo comprobado esta mejoría, son cada vez más los pueblos que piden la ejecución de proyectos a aG.

No cabe duda de que en la unión activa nace el progreso.

En los últimos años el desarrollo de esta población se está haciendo posible poco a poco gracias, en primer lugar, a la implicación de las propias comunidades en mejorar la calidad de vida de sus pueblos y familias; y, en segundo lugar, al intenso trabajo de la Fundación Acción Geoda (aG), dedicada a la cooperación al desarrollo en esta zona del Alto Atlas: el Valle de Tessaout; así como la fundamental aportación de sus socios/as y de las entidades colaboradoras y financiadoras que hacen posible el trabajo de aG. Un indicador muy positivo es que, habiendo comprobado esta mejoría, son cada vez más los pueblos que piden la ejecución de proyectos a aG.